Estudios epidemiológicos como el realizado por Vuoriy colaboradores en 1988, por medio de autoinformes, que la incidencia problemas de sueño y somnolencia diurna eran menor en aquellos sujetos que se reconocían cómo físicamente activo.
En otro estudio de este tipo O’Connor y Youngstedt (1995) Observaron que aquello que duerman mejor están menos cansado durante el día y por ello más animado realizar ejercicio regularmente. En definitiva, en los estudios de este tipo epidemiológicos, según señalan Dishman (2002) el ejercicio está asociada con un sueño de mejor calidad.
También Morris en el 2002 considera que la actividad física moderada pueden favorecer el dormir directamente ya que las personas que realizan se sienten más cansadas, logrando de manera más eficiente consolidar el sueño profundo. De todas formas, este autor desaconseja la práctica de actividad física hasta 6 horas antes de acostarse, para evitar queda sobreestresado (como “enchufado”) y no poder descansar correctamente.
En una revisión de varias publicaciones realizada por Buckworth y Dishman (2002), comprobaron que el ejercicio aumenta significativamente la cantidad de sueño aumentando el tiempo total de sueño realizando ejercicio diario de al menos 1 hora. También encontraron que el beneficio de la mejora en la calidad de sueño está relacionado con los efectos indirectos que produce el ejercicio al estar en exposición a la luz natural, a la disminución de la ansiedad así como a los efectos bioquímicos del ejercicio (regulación hormonal).
Así que, no dudes, el ejercicio es un excelente hábito que produce beneficios no sólo a nivel corporal.